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El fin del monólogo mesiánico peronista

Por Mario Edgardo Rodríguez 🇦🇷 en colaboración con Michel Zeghaib 🇦🇷

El debate más interesante que se da en la política argentina desde el primer ballotage de la historia moderna, en 2015, es acerca de la crisis del peronismo derrotado. El problema central del peronismo es que el formato de su liderazgo está agotado, se extingue en el universo de las personas empoderadas que conversan. Monólogo del líder contra conversación ciudadana, allí el dilema, porque el poder es compartido entre los que mandan y los que obedecemos, lo damos y quitamos todo el tiempo, ya no respetamos los períodos institucionales de validación de los mandatos. Podemos afirmar que prácticamente votamos a diario; el concepto de campaña permanente deviene de esta práctica ya cotidiana de las personas.


Néstor Kirchner, cuando empezó, percibió algo de esto, construyó la transversalidad como novedad emergente de la crisis de 2001. Duró hasta 2005, período en que al menos desafió el monólogo tradicional con la incorporación en mismo rango y peso de actores de otros signos ideológicos. En 2005, derrotó a Eduardo Duhalde, emergió como líder "natural", dejó de lado todo tipo de novedades transversales, retornó el férreo monólogo peronista. Las disidencias son inadmisibles, de tal manera que muchos dirigentes disfrutaron exilios prolongados por pensar distinto.


Hacia adentro del peronismo el debate es existencial, no sabemos conducirnos sin un papá o una mamá que nos diga para dónde hay que ir, que nos cuide desde el Estado de (supuesto) bienestar, administre nuestras expectativas de manera más o menos igualitaria, aunque los resultados demuestren exactamente lo contrario y construya una épica repleta de razones generales sin conexiones con sus resultados.


Hay muchas interpretaciones en torno a esto, es claro que el peronismo vertebró gran parte de la administración del gobierno y del Estado desde 1983, aunque en general giran alrededor de qué figura emerge o se mantiene para liderar el gigante dormido. Desde que nació, en 1945, el peronismo se ufana de ser un movimiento político bajo el mando de una persona: Juan D. Perón, Héctor Cámpora, Ítalo Luder, Herminio Iglesias, Antonio Cafiero, Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Néstor, Cristina Kirchner, y quien venga ahora que la ex Presidente se resume a una líder local responsable de la menor cantidad de votos obtenidos en la historia.


Monológicamente, no conversamos, no escuchamos, sólo hacemos congresos partidarios cuando nos intima la Justicia electoral, vencidos todos los plazos de la Carta Orgánica que escribimos y no cumplimos. A nuestros líderes se los escucha, y no al revés, se asumen sus razones, se repiten sus argumentos y se soslayan resultados. Él o ella imaginan un diálogo en el que las masas sólo asienten. Es ese el dilema del peronismo del siglo XXI.


El movimiento fundado por Juan Domingo Perón en 1945 sigue siendo el mismo en 2017, los dirigentes esperan desesperados que por alguna razón cuasi mágica emerja un nuevo líder que nos siga conduciendo al estilo del General, y lo que hay que discutir es cómo debe ser ese liderazgo en este siglo.


No hay más espacio social para el monólogo. La era digital cambió la forma de comunicarnos, las audiencias controlan la información que consumen al tiempo que la producen. Todos somos emisores de nuestros propios contenidos. La novedad es que además disponemos de casi infinitas posibilidades de hacer visibles nuestros propios contenidos. Subimos nuestra vida cotidiana a Facebook, disputamos seguidores, "me gusta", pagamos publicidad para viralizar aquello de nosotros que consideramos que el mundo debe conocer, opinamos varias veces por día en Twitter, en donde imaginamos conversaciones abiertas aunque solamente reforzamos nuestras pertenencias y nuestras creencias con otros usuarios. Cuando ya tenemos experiencia, abrimos canales en Youtube al estilo de los youtubers que seguimos con la devoción con la que comprábamos la revista El Gráfico o mirábamos en los únicos tres canales de aire a Batman en blanco y negro, sin control remoto. Sí, ese mundo existía y no hace tanto.


Las personas somos cada día más iguales en nuestra diversidad. Los dispositivos tecnológicos, en especial los celulares, igualan las posibilidades de acceso a la información como nunca antes. Podés tener un aparato de 15 mil o 50 dólares, pero usamos el mismo Facebook, Twitter, Instagram, Youtube; accedemos a las mismas plataformas, seguimos a las mismas figuras, construimos las mismas páginas y perfiles, somos parte de las fakenews y la posverdad, somos iguales.


Aquí el gran desafío de la dirigencia del peronismo: cómo sensibilizar a estos votantes, cómo llegar a esas mentes conectadas, empoderadas, productoras de contenidos y diversas. No alcanza con un nuevo monólogo. Por más novedoso que sea, la primera acción del dirigente que se asuma como líder de esta etapa debe ser escuchar, escuchar y escuchar. CFK intuye algo de esto. En su campaña, los voceros fueron las víctimas del modelo de ajuste brutal de Mauricio Macri, los resultados acompañaron parcialmente; fue la peor elección del movimiento en provincia de Buenos Aires.



La Unión Cívica Radical también sufrió crisis de representación, en 1989, con Raúl Alfonsín y, en 2001, con Fernando de La Rúa. Recorrió el camino de fuerza vecinal refugiada en los intendentes y un puñado de gobernadores, y en 2015 encontró, en el formato de la alianza Cambiemos, su renacer como fuerza política de gobierno. El partido centenario nunca dejó de ejercer la totalidad de sus mecanismos partidarios de representación interna, congresos y encuentros doctrinarios de manera sistemática, presencia en las universidades; Franja Morada acaba de celebrar sus primeros 50 años. En ellos existe un dispositivo conversacional aceitado, a tal punto que no somos pocos los que creemos que los radicales disfrutan más de la vida interna que del gobierno.


En 2005 nace a la vida política el PRO como fuerza vecinal de CABA, el único partido argentino del siglo XXI. Hizo su debut como intento de fuerza territorial nacional en 2015 y desde ese año gobierna los tres distritos más importantes del país, al igual que en 1983. Hoy el formato del oficialismo es conversacional, son equipos de gobierno que se asumen como personas normales comprometidas con la gestión del gobierno para mejorar la vida de sus vecinos. Afirman: "Nosotros somos esto que se ve, nos equivocamos, pedimos disculpas, no somos súper hombres y mujeres, sólo personas al servicio de otras personas". Bajo estas premisas ocupan el territorio de manera organizada y sistemática. Cada quince días, desde 2015, diseñan plataformas de información para seguir de cerca las conversaciones que comienzan, comparten información y difunden sus planes de gobierno. Seguro que hay que hacer ajustes y que dista de ser un mecanismo perfecto, pero es una forma de construcción política diferente, más acorde con los tiempos del siglo XXI. Los resultados mandan.


Cambiemos es producto de algo que cambió, dice el genial consultor Guillermo Raffo. Defiendo la sutil lectura de los electores que hizo el oficialismo. Basta con caminar pocas cuadras de cualquier barrio típico en los que el peronismo tiene excelentes desempeños históricos; los militantes son los abanderados de las quejas hacia la estructura partidaria. Son ellos los que han abandonado la misa desnudando a los dirigentes. No es necesario siquiera remitirse a Evita en eso de que con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes, ni eso queda.


Hay personas que necesitan argumentos que incluyan su pasión, sus sueños, su entorno más cercano, su metro cuadrado para luego compartir de manera conversada un formato de liderazgo. Hay muchísimos compañeros que entienden esta nueva conformación de los electores que con compromiso y responsabilidad caminan cada cuadra del territorio que les era propio escuchando, registrando cada verbo, sustantivo y pedidos; son pocos los que regresan.


Los peronistas deben revisar los mecanismos de conducción. Tenemos que escuchar a todos, no sólo a los que piensan como nosotros. No alcanza con que tengamos razón, suponiendo que así sea, en el diseño de obras de gobierno. Nada se puede hacer sin tener clara la agenda ciudadana, ellos mandan. Mandamos nosotros, los vecinos. En el formato de monólogo, el peronismo está cerca de su disolución como fuerza nacional y pronto a consolidarse como cooperativa local.

 

Mario Edgardo Rodríguez: Master in Governance and Political Communication George Washington University Graduate School of Political Management. Experto en Gestión Pública con más de 20 años de experiencia en ejercicio de Gobiernos a nivel Nacional, Provincial y Municipal en Argentina. Responsable de la Difusión en INDEC 2005/2007, Jefe de Gabinete 1998/2001 y Secretario General y de Gobierno 2007/2011 Municipalidad de La Plata, Administrador General Hipódromo de La Plata 2011/2013. Estratega de Campañas Electorales en Argentina y Mexico. War Room, Mensaje, Equipo de Campaña. Movilización de Bases y Promoción del Voto con abordaje de Conversaciones Estratégicas. Consultor asociado en Berensztein.com. Secretario de Publicaciones en Asacop (Asociación Argentina de Consultores Políticos).


Michel Zeghaib: Licenciado en Filosofía (Universidad Católica de Cuyo UCCuyo, Argentina). Máster en Historia Social (Universidad Nacional de San Juan UNSJ, Argentina). Diplomado en Comunicación y Liderazgo (Universidad Católica de Cuyo UCCuyo, Argentina). Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Consultor en Estrategias Discursivas, Análisis del Discurso, Análisis de Contenidos, Lenguaje y #ComGob2.0, Investigación en #ComPol, Diseño de Marca y Posicionamiento de Organizaciones. Amante de la Literatura, la Música y el Boxeo.

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